sábado, 24 de mayo de 2008

Mi pequeño escondite.

Abro la puerta, y parece que el huracán Katrina hubiera hecho un desvío de ruta y se hubiera metido en esta habitación y revuelto todo lo que hay en ella; solo ese desorden es que hace ese a ese cuarto especial, cuarto en el que lloré, grité, reí e hice todo lo que delante de la gente no pude.
En un rincón, fotos de gente que fue muy importante en mi vida, también lugares, si te asomas bien puedes ver mi fiesta de promo, doce quizás tenía 6 kilos más, al lado de unas amigas del cole de las cuales hoy solo veo a 2; también observo al amor, un poco maduro, con el cual crecí, soñé, y con el cual, en tres años me volví mujer, veo viajes inolvidables, como Tacna, lugar al que volvería siempre, ese pedazo de pared resume mi corazón.
Volteo mi cabeza y a mi mano derecha observo posters que van desde una campaña religiosa hasta un modelo muy guapo que siempre mira con deseos, obviamente esto solo en mis sueños, sigo y llego a la ventana, donde se refleja toda la tierra, que con un viento fuerte fue arrastrada a ella, pero que hasta hoy no he limpiado, porque “Yo amo a mi tierra”.
Sigo y me encuentro con mi televisor, ese aparato que se convierte al final de la noche en mi arrullador de sueños, pues no puedo dormir con absoluto silencio, y finalmente encuentro mi tocador al frente de mi cama un espejo donde se ha reflejado mi cuerpo, testigo de todo cambio físico y anímico, involuntario o causado.
Ese es mi escondite personal, lugar donde lloré, soñé, fantaseé y que seguirá allí siempre para mi.

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